¿Acaso los temblores representan la ira de dios?

 

Desde la conformación del continente americano se han sentido los temblores, pero desde la conquista española, la percepción de la población enseñada por la institución eclesiástica durante los tres ciclos de Colonia fue que ocurrían dichos movimientos de tierra por qué eran una manifestación de la ira divina por los pecados de los hombres.

A pesar de los trabajos de los filósofos o estudiosos ilustrados, los sermones fortalecían la idea de los temblores asociados con dicho castigo divino. Según los estudiosos de desastres a lo largo de la historia, ha sido una constante, atribuir un origen divino o supra natural la presencia de amenazas naturales o biológicas.

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La expresión religiosa frente a los temblores.

Mónica del Valle Bejar

 

 (Imagen tomada de: Terrible y conmovedora, espantosa y aterradora catástrofe. Jose Guadalupe Posada)

La ponencia propone presentar las diferentes formas que la población de Nueva España y Centro América manifestó su religiosidad popular frente a los temblores sentidos a lo largo del periodo colonial y que fue conformando parte de nuestra identidad.

 

A lo largo de los siglos XVI al XIX la Iglesia reafirmó la enseñanza que los fenómenos  naturales eran expresiones de la ira divina por conductas no apropiadas y la población se manifestaba, entonces, con procesiones misas solemnes, patrocinios, deprecaciones para calmar dicha ira y solicitar ayuda.

 

Oda sáfico-adónica de Arbueraq

Sobre el temblor del 3 de diciembre. (sin autor, 1805,  I, 303)

El caballero Arbueraq con ocasión del temblor

acaecido la noche del día 3 del corriente

hacía estos sáficos.

 

Quien es aqueste que la inmensa mole

del universo en vaivenes fieros

a un leve impulso la conmueve toda

tan en secreto?

 

Torres suntuosas y altos edificios

mover se miran, cual endebles plantas,

y las confusas encumbradas olas,

hórridas braman.

 

Las aguas que antes trasparentes brillan,

cuando la luna se miraba en ellas

ya de su centro fugitivos corren áridas sendas.

 

Los corazones de pavoroso susto

veo palpitantes al horrible estrago

yo me confundo: solicito apoyo;

pero es en vano.

 

Quien pues trastorna con poder terrible

nuestra esferoide, que gravita inmensa?

 

Mas que me afano de mi Dios augusto,

del ser Supremo, cuya blanda sonrisa,

si en un momento suspender pensara,

y en el instante natura toda

ya fuera nada.

 

De aquel dios fuerte, que estremece el cielo

cuando en su carro los espacios gira,

y en tempestades horrorosas justo

rayo fulmina.

 

Introducción.

 

Un elemento importante que impacto la vida cotidiana de los habitantes de las colonias españolas en América desde la Conquista, fue la ocurrencia de temblores de diferentes intensidades; este fenómeno de la naturaleza provocó en la población zozobra, espanto, consternación y la necesidad de buscar ayuda divina ya que les enseñaron que ocurrían como consecuencia de sus actos, eran manifestaciones físicas de la ira divina.

 

La población espantada de la fuerza, intensidad, duración, magnitud, daños materiales o pérdidas humanas, se ha manifestado en su conjunto, con actitudes piadosas, traducidas en procesiones, misas, patronatos, como el de San José, deprecaciones, sermones, entre otros; todo ello forma parte de la religiosidad popular de nuestra identidad latinoamericana.

 

Pero ¿a qué llamamos temblor?

Un temblor puede definirse como una vibración de la tierra que puede ser producida por diferentes causas, como el colapso del techo de cavernas o minas, el choque de objetos pesados contra la superficie, erupciones volcánicas, algunas explosiones, deslizamientos de taludes en montañas y otras. (sin autor, 1988, p. 13)

 

Los terremotos pueden provocar dos tipos de respuesta social, por un lado, la científica, que trata de dar explicaciones naturales de esos sucesos, se espera que sean objetivas, que implican cierta observación y experimentación, y en la cual, no necesariamente, prescinde de la voluntad de algún dios o divinidad y la piadosa.

 

Elías Trabulse en su obra Ciencia y religión en el siglo XVII expresa las siguientes ideas:

 

Es indiscutible que existe un vínculo estrecho entre ciencia y religión. Dicho vínculo, por extraño que parezca, pone en contacto dos cosmovisiones casi siempre totalmente opuestas que se nos manifiestan en una actividad permanente a todo lo largo de la historia. Las sucesivas etapas por las que han pasado dichas cosmovisiones nos revelan una lucha secular entre ambas, hasta el grado que nos atrevemos a decir que dicha contienda, abierta o solapadas, forma uno de los capítulos más importantes de la historia del pensamiento humano. (Trabulse, 1974, p. 90)

El afirma, que las dos cosmovisiones “casi siempre totalmente opuestas”, que a lo largo de la historia han tenido una lucha secular.

 

Contrario a la afirmación de Trabulse en el sentido que la ciencia y la religión son dos cosmovisiones casi totalmente opuestas, Horacio Capel establece que durante todo el siglo XVI hasta el XVIII, la teología y la ciencia estaban imbricadas y las ideas sobre Dios marcaban la concepción científica del mundo natural. (Capel, 1985, p. 9) Esta relación  la podemos estudiar a lo largo de los siglos XVI al XVIII en América Latina.

 

Aunado a la ocurrencia del temblor, a veces escuchamos a las personas referirse a fenómenos que los acompañan, como que el cielo estuvo extraño, hubo viento, llovió muy fuerte antes del sismo o que después de sentirlo, en ciertas zonas olía diferente, el medio ambiente cambió, que los días en que ocurrió no fueron  normales.

 

Esta relación entre el cielo y la tierra, los olores, la reacción de los animales, a veces los volcanes y sus erupciones se han observado desde la época de Aristóteles como elementos vitales asociados a la actividad sísmica; que se incluyeron dentro de una teoría difundida desde la época de ese célebre filósofo hasta finales del siglo XIX, siendo modificada o a la que se le agregaron elementos,  como la electricidad.

 

En la época previa a la conquista, se registraba la ocurrencia de un movimiento de tierra asociándolo con ciertos agüeros acaecidos, es decir, algunos sucesos naturales que antecedían al temblor o tenían lugar de manera simultánea, como lluvia, relámpagos, cambio de temperatura, entre otras.

 

Según Carlos Antonio Aguirre:

 

Porque las ideas no flotan en el aire, separadas de los hombres y los grupos sociales que las producen y los productos de la cultura, de la conciencia o de la sensibilidad sólo se hacen vigentes en la medida que se encarnan y “materializan” en determinadas prácticas, instituciones, comportamientos y realidades totalmente materiales.(Aguirre, 2002, p. 54)

 

Gracias a esa materialización de las manifestaciones, ahora conocemos que la fe se manifestó de varias maneras frente a esos acontecimientos naturales. Aparentemente en toda sociedad, al conocimiento científico  siempre se la ha contrapuesto el intuitivo. Es decir que, cuando ocurre un acontecimiento imprevisto y dramático, sea por su fuerza o por su duración, la gente reacciona de acuerdo a su bagaje cultural.

 

Las actitudes y respuestas de la sociedad y de sus autoridades cambiaron  con el curso de los años. Por ejemplo, durante los primeros siglos coloniales las posturas y actitudes de la Iglesia, que veía la ocurrencia de los sismos como un castigo celestial, expedito y merecidísimo por los pecados de los hombres, se manifestaban en procesiones y actos religiosos para aplacar la cólera divina. (García Acosta, 1996, p. 12)

Durante los sermones de las misas del domingo en iglesias y parroquias los sacerdotes relacionaban a los temblores con el castigo de dios por los pecados realizados por los pobladores, a pesar de argumentos como los de José Antonio Alzate y Ramírez (Alzate y Ramírez, 1980, p. XXVI) quien escribió

 

¿Quién ha dicho que no haya habido temblores cuta causa se comprende fuera de los límites de la naturaleza? El que aconteció al tiempo de la muerte de nuestro Redentor, es del número. Los terremotos son efecto de una causa natural, sin que esto obste para que los miremos como azote del cielo, que nos avisa lo arrepentidos que debemos estar de nuestros pecados.. ¿No tiembla en las islas y regiones despobladas?

 

La  creencia religiosa se reforzaba pues, cada momento de la vida estaba regido por prácticas religiosas.

 

 

Patrocinio:

El patrocinio fue muy común, era la forma de manifestar que un cabildo, un colegio o una comunidad religiosa se ponían bajo la protección de la Virgen María en algunas de sus advocaciones o de algún santo, para alcanzar también por su valimiento ante Dios e remedio de una gran necesidad, posiblemente esto data de la Edad Media.

 

Por ejemplo:

 

En 1609 en Colima, el terremoto sentido en 1609, puso tal espanto en los habitantes que el Ayuntamiento citó a sus miembros a una sesión plena, para elegir un santo patrón de la villa, que librara de todas estas calamidades (García Acosta, 1996, p.87)

 

En la actual ciudad de México, el 7 de septiembre de 1611  “Se junta a Cabildo para ver lo que pide el convento de San Agustín y vecinos de esta ciudad de que se tome patrón y abogado de temblores habiendo que hay. Así por la devoción que le tienen, para tener de intercesor de temblores y terremotos ante nuestro señor que estos días ha habido y haber han juzgado voluntad de Ntro. Sr. Que sea intercesor ante su divino acatamiento para la defensa y amparo de esta república...” (Archivo Histórico de la Ciudad de México, Actas de Cabildo, V, 658, f. 159)

 

En Zacatecas, a consecuencia del temblor del 6 de mayo de 1622, juraron patrono a San Nicolás Tolentino (García Acosta, 1996, p. 90)

 

En Oaxaca, el del 19 de marzo de 1682 por un temblor horrible, “estos son los famosos temblores del señor San José que causaron mucho daño en Oaxaca, por lo que lo pusieron por patrono de ellos.  (Robles II, 341) También se sintió en Puebla y Tlaxcala.

 

El 16 de octubre de 1756 asistió la nobilísima ciudad en la santa iglesia catedral a la anual festividad del glorioso patriarca señor San José como jurado patrón para que nos liberte de los temblores” (García Acosta, 1996, p. 131)

 

Para los temblores sentidos en Colima, y Guadalajara, en 1771 las autoridades del Ayuntamiento acordaron rifar el nombramiento de santo patrono entre Nuestra señora de la Soledad, el señor San José, San Cristóbal y San Emigdio. (García Acosta, 1996, p. 139)

 

La designación de San José como patrono contra temblores, en la ciudad de México, se explica desde el arribo de los franciscanos, en el momento de la Conquista, trajeron su imagen y lo designaron protector del primer colegio de indios, en la capilla de San José de los Naturales, anexa al convento de San Francisco, fundada por Fray pedro de Gante, según el testimonio de fray Gerónimo de Mendieta.(Mendieta, 1870, p. 704 a 705)  

 

Además, coincidió con que se sintiera un movimiento de tierra; probablemente fue en 1574, pues según el Códice Aubin “Aquí se dedicó San José, fue cuando hubo un temblor de tierra y cuando se instaló un canal de Apepetzpan!. (Codice Aubin p. 92)

 

Dicho patronato de San José, como protector del territorio novohispano se acordó institucionalmente durante las sesiones del Primer Concilio Provincial Mexicano realizado el 29 de junio de 1555, el cual decretó en el capítulo 18 lo siguiente:

 

Siendo en verdad extraordinaria la devoción con que se honra, obsequia y reverencia en esta Provincia al castísimo Patriarca Señor San José, esposo de María castísima, por cuyos méritos e intercesión puede creerse piadosamente que la Nueva España ha sido favorecida de Dios con particulares beneficios, lo proclamó el concilio Provincial celebrado en el año del Señor mil quinientos cincuenta y cinco como patrono general de este Arzobispado y Provincia y mandó que se guardara el día en que se solemniza su festividad. Por tanto, este Concilio, renovando y confirmando aquella proclamación, decrete que se celebre con octava semejante festividad en esta Provincia. Pero si la octava cayere en Semana Santa, se celebrase hasta el miércoles inclusive de la misma semana.  (Lorenzana, t. I, p. 67, Concilio Provincial Mexicano, p. 138)

 

Por lo que se decidió que se guardara y celebrara su fiesta el 19 de marzo de cada año, antes que, por disposición del Papa Gregorio XV fuera aceptada dicha festividad por la Iglesia Universal. El Tercer Concilio Mexicano en 1585, confirmó el patronado de San José y la celebración de su fiesta, con la siguiente ratificación:

 

Y porque de parte de toda la república, así eclesiástica como seglar, con gran instancia nos fue suplicado mandásemos guardar y celebrar la fiesta del glorioso San José, esposo de Nuestra Señora y le recibiésemos por abogado y patrón de esta nueva iglesia, especialmente para que sea abogado, é intercesor contra las tempestades, truenos, rayos y piedra, con que esta tierra es molestada y considerando los méritos y, prerrogativas de este glorioso santo y la grande devoción que el pueblo le tiene, y la veneración con que de los indios y españoles ha sido y es venerado S.A.C. (sacro aprobante concilio) recibimos al dicho glorioso San José por patón general de esta nueva iglesia, y estatuimos y ordenamos que, en todo nuestro arzobispado y provincia se celebre su fiesta, de doble mayor, o primera dignidad, y se guarde de la manera que las otras fiestas solemnes de la iglesia se manden guardar y celebrar, la cual se celebrar y guardar diez y nueve días del mes de marzo, conforme a la constitución romana. (Peñaloza, sin año, p. 213)

 

Este patronato fue muy importante, pues a lo largo de la vida colonial, San José fue una presencia constante en la vida piadosa de los habitantes de la ciudad de México.

 

La elección de San José tuvo varias causas, pues el rey español Carlos II le tenía especial devoción. Por eso, mandó declararlo patrono de todos los dominios españoles, incluyendo lógicamente a los territorios americanos, esta decisión fue apoyada por el Papa Inocencio XI, por medio del Breve titulado Eximia Pietas, firmado el 19 de abril de 1679.

 

Además de San José, el 77 de septiembre de 1611 el prior del convento de San Agustín de la ciudad solicitó que cuando se reuniera el Cabildo se revisara su solicitud para que se declarara patrón y abogado de los temblores a San Nicolás Tolentino, por la devoción que le tenían. (Archivo Histórico del Ayuntamiento de la Ciudad de México, Actas de Cabildo, vol. 648, foja 159) Sin embargo, no se realizó, solamente se tomó nota de ello.

 

Años después, en 1652, lo declararon patrono contra temblores y rayos en la provincia de Michoacán.

 

La primera vez que se relacionó a San José con los temblores sentidos en la ciudad de México fue el 19 de marzo de 1682, fecha en que según el santoral respectivo, se le festejaba. Las noticias relatadas por Antonio de Robles decían lo siguiente: “... tembló la tierra horriblemente duró como seis credos, fue a las tres de la tarde; estos son los famosos temblores de San José que causaron mucho daño en Oaxaca, por lo que lo pusieron por patrono de ellos”. (Robles, 1854, Vol. II,. 34)

 

Relación de los temblores con diferentes actitudes piadosas:

 

La llegada del fraile Bartolomé de las Casas de Guatemala a Chiapas, se sintió un temblor en Chiapas el 25 de diciembre de 1545; al entrar tembló. (García Acosta, 1996, p. 75)

 

El mal comportamiento de los pobladores, la ira divina se manifiesta en lo ocurrido en Cocula el 27 de diciembre de 1568

 

De la justicia divina hablaron los frailes luego  comentando el terremoto como un castigo del cielo, enviado a los que torpes marchaban por el sendero del error y de los vicios: lo cual fue un recurso bueno, pues que multitud de indios al punto se convirtieron en Cocula. (García Acosta, 1996, p. 79)

 

Otra razón de la ira divina podía ser que los pobladores no se convencieran ni practicaran de manera diligente la religión recién enseñada, como el caso de  Colima, el 14 de noviembre de 1573:

 

“Como era natural todo eso sembraba el pánico en la población siendo lo curioso que los religiosos y los cronistas imputaban tales muestras de la ira del cielo a los pobres naturales por su poca diligencia en su conversión, (García Acosta, 1996, p. 81)

 

Temblores asociados a cruces como en Chiapa de Corzo en Chiapas, en 1662. (García Acosta, 1996, p.92 a 94)

 

Con la oración del credo, como el sentido el 1 de mayo de 1678 que en su descripción se aseguraba que se había sentido  vehementísimamente como seis credos, tocóse plegaria generalmente en todas las iglesias. (García Acosta, 1996, p. 96)

 

Dentro de las expresiones piadosas, el tocar las campanas a rogación era lo inmediato para solicitar al cielo que cesasen los movimientos como el sentido en Puebla, 23 de junio de 1681 en Puebla y Tlaxcala tocaron en todas las iglesias a rogación, para que las gentes dirigieses sus suplicas al cielo. (García Acosta, 1996, p. 97)

 

 Era muy fuerte la creencia de que misericordia de Dios podía contener las consecuencias de los temblores como el del 15 de mayo de 1711, según memorial del procurador mayor de la ciudad de Oaxaca (García Acosta, 1996, p. 110)

 

También podían contar con la intercesión de San José como el temblor del 16 de marzo de 1729. (García Acosta, 1996, p. 117)

 

Cuando ocurrían los temblores se solicitaba la realización de rogativas en la ciudad como el caso del temblor del 7 de septiembre de 1736. (García Acosta, 1996, p. 120)

 

Se realizaban procesiones como la del primero de septiembre de 1754 en lo que hoy es el centro histórico de la ciudad de México, para calmar la ira divina. (García Acosta, 1996, p. 130)

 

Por la violencia sentida el 21 de abril de 1776 se solicitó que se hicieran deprecaciones a la divina Majestad. (García Acosta, 1996, p. 146 a 147) o se solicitaban rogaciones como en Guanajuato en 1783 (García Acosta, 1996, p. 150);  se realizaban novenas y procesiones como en Guanajuato en 1784 (García Costa, 1996, p. 150 a 154) o en Michoacán e Iguala, Guerrero.

 

Otra forma de expresar religiosidad popular en relación con los temblores fue en Teotitlán del Valle, Oaxaca, cuando se levantó proceso contra Bernardo Montiel, teniente general de la Alcaldía Mayor del pueblo de Teotitlán del Valle por proposiciones heréticas con motivo de los temblores con que los naturales del pueblo sacaron las imágenes de María Santísima y de Jesús Nazareno y abrazados a ella pedían misericordia”. (García Acosta, 1996, p. 162).

 

Abrazarse a las imágenes también ocurrió en Guatemala como consecuencia del temblor sentido el 27 de agosto de 1717[1]  Temblor estudiado por Giovanni Peraldo Huertas y Walter Montero Pohly en su texto  La secuencia sísmica de agosto a octubre de 1717 en Guatemala. Efectos y respuestas sociales.

 

Existe una narración pormenorizada de lo ocurrido: Relacion de los estragos, y rvynas, qve a padecido la Civdad de Santiago de Guathemala, por terromotos, y fuego de sus Bolcanes en este Año de 1717. Escrivela el Señor Licenciado Don Thomas Ignacio de Arana del Consejo de Su Magestad Oydor de la Real Audiencia que en aquella Ciudad reside. Commota est & contremuit terra fundamenta montium conturbata sunt, & commota sunt quoniam iratus est eis, ascendit sumus in ira eius, & ignis â facie eius exarsit, carbones succensi sunt abeo. Despues de acabada esta Relacion, se an reconocido algunas erratas, que la presission del tiempo no diò lugar á corregirlas, y assi el curioso Lector podrà suplirlas. Con licencia de los Superiores; en Guathemala por el Alferes Antonio de Pineda Ybarra, Año de 1717, que relata lo siguiente: 

 

que reposaban abrasados con Imagenes de Xpto. [Christo] Crucificado; de Maria Santissima, ò las que el acaso pudo en la turbacion ponerles en las manos … salieron por las calles con tan turbadas, y elevadas vozes, pidiendo vnos misericordia, clamando otros â los Santos de su devocion, lamentando otros la vltima ruina, y estrago, que esperaban, Las autoridades ecleciásticas: exorcisando, y conjurando los espiritus enemigos del linage humano, que parecian hacer guerra por ministerio de la misma naturaleza con especial lizencia del Principe, y autor de ella. Sacaronse à la misma plaza las Imagenes, y reliquias de maior veneracion, y culto, que deposita esta Cathedral en lo que el oido podia perzevir del menos preocupado de la turbacion, solo se alcanzaban ecos de contricion: misericordia; confessiones publicas de los pecados; impetraciones de absolucion; Y en fin para maior honra, y Gloria de Dios, exaltacion de la Santa fee, y confussion de la heregia, pareze que a el paso que los demonios vibraban rayos, formaban espantosas visiones sobre los Bolcanes, ocupaban el aire con densas, y obscuras nubes. Y hostentaban, su poder con la Divina permision para conspirarse con – (f. 5)11tra los moradores de esta Ciudad, se ensendian los catholicos en las vivas llamas de la fee para la oposission, y defenza, pues el mas barbaro, el mas olvidado de su alma, el mas estragado en los vicios, pudiera ser exemplo de edificacion en los fervorosos ardientes efectos, 12Dia 28. por la mañana, en que la Iglesia celebra la festividad del gran Padre San Augustin, trataron los Alcaldes ordinarios, y Capitulares de la Ciudad con los del Cavildo ecclesiastico de las deprecaciones, letanias, procesiones, y novenas que se debian hazer para satisfacer la justicia Divina, y que suspendiese el azote, que les amenazaba todo este dia ocuparon los moradores de la Ciudad, en confesiones, oraciones y el que menos deuoto en recobrarse de la fatiga de la noche antecedente, 13embarasados de la turbacion, no pudieron dexar de advertir, lo irregular de aquellos efectos, sacaronse en esta noche como en la antecedente las Custodias del Sacramento, à las plazas, y las demas Imagenes, y reliquias, y lo que causo maior commocion fue que entre otras, que en processiones ocurrian, à la plaza maior, vino la de Iesus, con la Cruz à cuestas, que se venera, y depossita en la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, que entrando por la plaza en procession parece, que conspirado el pueblo querian todos acogerse, á el asilo de esta, Imagen por asegurarse del imminente riesgo en que peligraban; crecieron en gran manera, las lagrimas, los suspiros, y deprecaciones, … Y en fin en todos los demas Monasterios, templos, y santuarios se hicieron publicas deprecaciones, à las Imagenes de mas culto, y especial afecto, y veneracion: en todo el resto del dia no se percibio el fuego del bolcan, salio vna procession general en que se hizo esmero del dolor, la penitencia, pues (f. 8)se excogitaron tan raras mortificasiones tan absteros, y severos castigos, que aun la vista de los que solo miraban, padecio mucho en los lastimosos objetos, que se le ofrecian; en esta solemne procession se sacaron los Patriarchas todos, los Santos titulares, y Patronos de la Ciudad, y la Imagen de N[uest]rà. S[eño]râ. del Socorro, y vna singular Imagen de Xpto. [Christo] Crucificado, que deposita esta Cathedral, con especial culto en la Capilla de los Reyes; y haviendo buelto con la procession, â la Iglesia maior se concluyo con las Letanias, executando lo mismo las mas Parrochias, con las demas Imagenes de su devocion.17Desde el dia 31. de Agosto, hasta el dia 29 de Septiembre, se fueron continuando las deprecaciones, processiones de penitencia, novenas, de mas culto, y sacrificios, que la devocion junta con el eficaz deseo de satisfacer en alguna parte la Divina justicia pudieron excogitar; desde este dia 31 salio vando para que no rodacen coches, por lo que asimilaba el ruido de su ruedo, â el de los tumbos con que se atemorisaban los animos, continuaron temblor de tierra con que horrorizada la gente, no se podia poner en sosiego, fue preciso dar providencia, à que se continuasen en las plazas, y calles los sermones, y en esta conformidad se prosiguieron hasta concluir, y en el entre tanto el Bolcan no queria del todo sosegarse porque ya con humo, ya con fuego continuava sus amenàças, y los tumbos repetian, de suerte que huvo dia en que se contaron mas de cincuenta, y algunas veces con temblores de la duracion de vna Ave Meria poco mas, y poco menos: conque â el paso del asombro crecia la devocion, se multiplicaban las rogaciones, que a la verdad estava la Ciudad hecha vn plantel de oracion, y vn vergel de virtudes, porque no avia Familia, ni Persona, que por illustre, ò por plebeia, no apostase exemplos de edificacion, se hallavan los Templos de dia, y de noche, llenos de concurso en continua oracion de Rosarios, Via Crucis, especiales devociones de Maria Santissima, del glorioso San Ioseph, y Patronos de la Ciudad; se hicieron varias procesiones de sangre â las Imagenes, por cuio medio á manifestado la Divina omnipotencia portentosos milagros de su poderosa mano, como fue la Imagen de plata de N[uest]ra. Señora del Rosario que en vn siglo no se havia movido para salir de su casa, Iesus Nazareno de la Merced, Nuestra Señora la Pobre de S[an]. Francisco, San Sebastian, y otras en quienes tiene esta Ciudad especial confianza en su patrozinio; cerraronse las misiones con vna Prosesion de sangre, que causava horror à la debilidad de la carne; pues no se descubria otra cosa que pesadas Cruzes, agudas espinas, abroxos, crueles imbenziones de diziplinas, arrastrados por los suelos los Hombres, lagrimas, y humildad; concluiose el novenario de Nuestra Señora del Socorro con vna Proçesion general, como la primera, y con la misma copia de penitencias, 19Agosto asta 24 de Septiembre los tumbos, y algunos cortos temblores, que todo se experimentaba vnos dias mas, y otros menos hasta que desde el dia 25. à el 29. parece havia zesado en el todo pues aunque se perzeuia algun humo en el Bolcan, ya no havia fuego, tumbos, ni temblores; pero como los efectos de las causas naturales no se preuean, y tambien la malicia humana enfrie el mayor ardor del arrepentimiento, que se tiene á vista del azote de la Iusticia Divina, en cesando la presencia: se hallô esta Ciudad en su mayor sosiego, mas turbada, que nunca con horrores mas espantosos, y formidables.20Dia 29 de Septiembre como á las siete horas de la noche vino vn temblor acompañado de tanto estruendo, y ruido, que causaba la fuerza con que batia los edificios, que parece, que la Divina Misericordia tocô à huir de las casas, y techos, y salir en busca de refugio à plazas, y patios como con efecto lo executaron todos, y â breve rato, vino segundo temblor de no menos horror que el primero, con que vbieron de dexar todos los Moradores sus casas porque aun los patios no ofrezian bastante seguridad, se acogieron à los campos, y plazas, y luego siguiô tan gran terremoto, que aun siendo singular, por el modo de su movimiento que era de abaxo â arriba haziendo brollar, y ampollar la tierra lo hizo mas singular en sus horrores, el ver que no podia mantenerse Persona alguna en la tierra porque à los parados, ê hincados los derrivaba; à los que se echavan sobre la tierra, que fueron muchos los sacudia con ta behemencia, que no podian mantenerse añadiendose á esto el sumo horror que causaba la polvareda de los edificios, la confusion de la desordenada vozeria, el ver que el Cielo todo se cubrio de vnas nubes tan densas y negras como si se hubiese enlutado todo el celeste Pavimento, de suerte que parecia hallarse introducidos en vn confuso caos. Se sacô de todos los Sagrarios el Sacramento conque no se hallaba en los Atrios de los Templos en plaças, y campos otra cosa que confesiones à gritos el que mas alcansaba dimidiaba la confesion dando materia para la Absolucion, â otros exortaban los Sacerdotes à que (f. 11) en algunos el espacio de dos Credos, de suerte que aviendo durado los tres temblores grandes desde las siete hasta las nuebe de la noche con las intermisiones que vbo de vno à otro desde las nueve hasta las quatro de la mañana vbo mas de treinta tumbos con movimiento, y ruydo singular, y vehemente acabada de estrenar, solo parece se dexo ver para que la lloraran, el Templo de San Pedro, vno sinô de los mas hermosos el mas fuerte, que (f. 14)

 

Otro tipo de relación entre los temblores fue lo ocurrido en Cartago, Costa Rica:

Según Patricia Fumero, (Fumero, (2010), Revista Estudios, 23). El terremoto se sintió el 7 de mayo de 1822 entre las 1:30 y 2 a.m. Los daños fueron en Cartago San José y se extendieron a la costa Caribe de Nicaragua y Panamá.

 

“Al momento del terremoto Costa Rica estaba en medio de una convulsión política debido a las decisiones que se tomaron al arribo de la independencia en 1821.

 

 el 7 de mayo, ocurre el terremoto que azotó Matina, Cartago y San José, entre otras localidades. De tal forma que el terremoto de San Estanislao fue visto por políticos y habitantes como un signo divino para que los pueblos costarricenses volvieran a la calma política.

 

El impacto del movimiento sísmico fue tal que en la villa de San José, a escasos 22 kilómetros de Cartago, el “Ayuntamiento acordó tener un cabildo abierto, con el fin de perpetuar la memoria de lo sucedido por medio de voto solemne”. En fin se decidió que todos los años en la víspera se hicieran una misa solemne al Señor San José y una …“procesión con letanías mayores y sermón en que el orador excite la piedad y reconocimiento de estos habitantes, recordándoles la calamidad que experimentó la provincia en esta ocasión en que a pretexto de cuestiones públicas se alarmaban los ánimos de los pueblos, preparándose para abrasar en el fuego terrible de la discordia y guerra civil, que la misericordia de Dios se ha dignado atajar por el medio de la calamidad de los terremotos para restituir a los pueblos a perfectos sentimientos de paz, unión y armonía…” González V., 1910, p.18).

 

Por su parte el Ayuntamiento de Cartago acordó que “para consolidar con este Ayuntamiento y vecindario la paz, alianza y unidad que debía reinar entre unos pueblos hermanos en la crisis más triste y lamentable de los terremotos (que aún no calman) se abocó con este Ayuntamiento, venerable clero y vecindario que se hallaba reunido y cumpliendo su comisión, prometió poner un perpetuo silencio a cualesquiera hecho o motivo de resentimiento de una y otra parte y que en obsequio de la paz y de la justicia no se volvería a tocar asunto alguno. Y en vista de tan loable y prudente medida, prometió este Ayuntamiento, clero y vecindario, unánimemente guardar la misma conducta del Gobierno y no remover jamás especies que aunque justificasen dejaría de causar una cadena de averiguaciones y resentimientos…”9

 

El acuerdo permitió que el Ayuntamiento le diera apoyo a los mandatos de la Junta Gubernativa y se empezara a trabajar en pos del diseño de un plan de acción para atender el sismo. Así, el terremoto de San Estanislao fue visto como un signo divino y una oportunidad para evitar la guerra civil y ordenar políticamente el país.

 

Por último en León, capital de la provincia de Nicaragua fundada en 1524, fue reubicada a unos 30 kilómetros después del terremoto de 1609 y también fue relacionado el temblor, con una repentina manifestación de la  naturaleza como señal de la cólera divina. En Santiago se recordaba que en 1546 habían matado a un obispo y que Dios estaba enojado por ello.

 

En 1671, un temblor afectó a los habitantes de San Salvador, provincia de Guatemala,  los regidores reunieron los documentos administrativos que describían la historia de la llegada de la Virgen de la Merced a esta ciudad. En efecto, ésta data del terremoto de 1594, que destruyó gran parte de las casas, de las iglesias y de los hospitales de la ciudad, causando serios  daños. A lo largo del informe narra las actitudes piadosas de la población, para solicitar el apoyo divino. Historia y Desastres en América Latina (Volumen Im p. 33 a 36)

 

Estas son las manifestaciones de religión popular relacionadas con los temblores que conforman parte de nuestra identidad.

 

 

Bibliografía

        

Carlos Antonio Aguirre, (2002) Antimanual del mal historiador o cómo hacer una buena historia crítica, México, Ediciones La Vasija

 

Horacio Capel, (1985) La física sagrada. Creencias religiosas y teorías científicas en los orígenes de la geomorfología española. Siglos XVI – XVIII, España: Ediciones del Serbal.

 

Códice Aubin.

del Valle Béjar, Mónica, ( 2003) Razón y Fe. Los terremotos en la ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XVIII, Tesis que para optar por el grado de Maestro en historia de México, México, Facultad de Filosofía y letras.

 

(sin autor) (1988) Experiencias derivadas de los sismos de septiembre de 1985, México, Fundación ICA, Noriega Editores, Editorial Limusa.

 

Virginia García Acosta y Gerardo Suárez, (1996)  los sismos en la historia de México, México, UNAM. Centro de Investigaciones Superiores en Antropología Social, Fondo de Cultura Económica  (Ediciones científicas universitarias. Serie Texto Universitario)

 

Virginia García Acosta, (2001) Los sismos en la historia de México. II. El análisis social, México, UNAM. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Fondo de Cultura Económica.

 

López de Villaseñor, Pedro, (1961) Cartilla vieja de la nobilísima ciudad de Puebla, México.

 

Lorenzana, Francisco, Concilios Provinciales primero y segundo, t.I, p. 67 y Juan Tejada, Colección de cánones de todos los concilios de la Iglesia de América, Madrid, Imprenta de Pedro Montero, v. 134 y Concilio Provincial Mexicano, publicación de M. Galván, México, E. Meillerfert, p. 138

 

Mendieta, fray Gerónimo de, (1870) Historia Eclesiástica indiana, México, Antigua Librería.

 

Peñaloza, Joaquín Antonio, La práctica religiosa en México. Siglo XVI. (documentos del Centro de estudios josefinos de México).

 

Robles, Antonio de,  “Diario de sucesos notables (1665-1703)” en Documentos pata la historia de México,   México, Imprenta de Juan R. Navarro, 1854, volumen II, p. 34

 

Trabulse, Elías, (1974) Ciencia y religión  en el siglo XVII, México, Colegio de México,  Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 18.

 

Patricia Fumero, “Cártago y sus terremotos: San Estanislao(1822) y San Antolín (1841), Revista Estudios (23) 2010, Universidad de Costa Rica.

 

Historia y Desastres en América Latina (Volumen I) Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina en http://www.desenredando.org 34

 

Walter Montero Pohly, “El terremoto de San Estanislao del 7 de mayo de 1822. ¿Un gran temblor de subducción del sur de Costa Rica” En: Revista de Ciencia y Tecnología. Vol X Número 2. 1986. pp 11-20. Citado por Estéban Rodríguez Dobles, "Catástrofes y Mentalidades Colectivas. Las creencias religiosas ante las catástrofes en el occidente del Valle Central (1799-1853)" (Universidad de Costa Rica),

 

Relacion de los estragos, y rvynas, qve a padecido la Civdad de Santiago de Guathemala, por terromotos, y fuego de sus Bolcanes en este Año de 1717. Escrivela el Señor Licenciado Don Thomas Ignacio de Arana del Consejo de Su Magestad Oydor de la Real Audiencia que en aquella Ciudad reside. Commota est & contremuit terra fundamenta montium conturbata sunt, & commota sunt quoniam iratus est eis, ascendit sumus in ira eius, & ignis â facie eius exarsit, carbones succensi sunt abeo. Despues de acabada esta Relacion, se an reconocido algunas erratas, que la presission del tiempo no diò lugar á corregirlas, y assi el curioso Lector podrà suplirlas. Con licencia de los Superiores; en Guathemala por el Alferes Antonio de Pineda Ybarra, Año de 1717.

 

Archivo Histórico  del Ayuntamiento de la Ciudad de México, Actas de Cabildo, vol. 648, foja 159

 

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Miércoles, 25 Enero 2017 03:36

Dos visiones sobre los temblores.

Maestra Mónica del Valle Béjar

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Escuela Nacional preparatoria, plantel 6 “Antonio Caso” de la Universidad Nacional Autónoma de México. México

 

Resumen 

En el espacio que hoy llamamos México, durante el Siglo de Oro se realizó el encuentro entre la cultura española y mexica, a partir del descubrimiento y el establecimiento del gobierno español en estas tierras, en ese momento se confrontaron dos cosmovisiones del mundo totalmente diferentes, pero ambas impresionadas por uno de los fenómenos naturales que han perturbado al Hombre de todos los tiempos, los temblores.

 

Los mexicas asociaban los temblores al movimiento, en cambio los españoles presentaron dos actitudes, por un lado, la científica a partir de la difusión de las ideas aristotélicas sobre la conformación de la tierra y la razón de la ocurrencia de los temblores y por el otro, la actitud piadosa, la asociación de los temblores con la ira de Dios y como poderla apaciguar con patrocinio divino.

 

Esta confluencia  se presentó al inicio de nuestra historia y se desarrolló a lo largo de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. 

 

temblores, Aristóteles patronato, deprecación, cólera divina

 

 

Dos visiones sobre los temblores.

 

México, un espacio de confluencia de dos cosmovisiones Dos reacciones ante los temblores.

La ciudad de México siempre ha provocado la admiración de propios y extraños, al paso del tiempo ha sufrido modificaciones, ordenamientos, inundaciones revueltas, ha sido escenario de acontecimientos sociales como las diferentes revoluciones nacionales y ha sufrido las consecuencias de algunos fenómenos naturales como los movimientos de tierra, llamados sismos, temblores o terremotos, los cuales han sacudido a la ciudad desde su fundación, ya que se encuentra en la cuenca hidrográfica del mismo nombre, que se formó geológicamente de manera simultánea que la fosa de Acapulco; falla geológica que ha sido la generadora de la mayor parte de los temblores sentidos en dicha cuenca, como si fuera una caja de resonancia. 1

 

Pero ¿a qué llamamos temblor?

 

Un temblor puede definirse como una vibración de la tierra que puede ser producida por diferentes causas, como el colapso del techo de cavernas o minas, el choque de objetos pesados contra la superficie, erupciones volcánicas, algunas explosiones, deslizamientos de taludes en montañas y otras. 2

Los terremotos pueden provocar dos tipos de respuesta social, por un lado, la científica, que trata de dar explicaciones naturales de esos sucesos, se espera que sean objetivas, que implican cierta observación y experimentación, y en la cual, no necesariamente, prescinde de la voluntad de algún dios o divinidad.

 

Elías Trabulse en su obra Ciencia y religión en el siglo XVII expresa las siguientes ideas: 

 

Es indiscutible que existe un vínculo estrecho entre ciencia y religión. Dicho vínculo, por extraño que parezca, pone en contacto dos cosmovisiones casi siempre totalmente opuestas que se nos manifiestan en una actividad permanente a todo lo largo de la historia. Las sucesivas etapas por las que han pasado dichas cosmovisiones nos revelan una lucha secular entre ambas, hasta el grado que nos atrevemos a decir que dicha contienda, abierta o solapadas, forma uno de los capítulos más importantes de la historia del pensamiento humano. 3

 

El afirma, que las dos cosmovisiones “casi siempre totalmente opuestas”, que a lo largo de la historia han tenido una lucha secular.

Contrario a la afirmación de Trabulse en el sentido que la ciencia y la religión son dos cosmovisiones casi totalmente opuestas, Horacio Capel establece que durante todo el siglo XVI hasta el XVIII, la teología y la ciencia estaban imbricadas y las ideas sobre Dios marcaban la concepción científica del mundo natural.4

En tierras mexicanas la concepción de los temblores se asociaba con el movimiento:

Según el Códice Aubin, Telleriano Remensis, cuando registraba la ocurrencia de un movimiento de tierra lo indicaban asociándolo con ciertos agüeros acaecidos, es decir, algunos sucesos naturales que antecedían al temblor o tenían lugar de manera simultánea, como lluvia, relámpagos, cambio de temperatura, entre otras.

                                          

Según Carlos Antonio Aguirre (5):

Porque las ideas no flotan en el aire, separadas de los hombres y los grupos sociales que las producen y los productos de la cultura, de la conciencia o de la sensibilidad sólo se hacen vigentes en la medida que se encarnan y “materializan” en determinadas prácticas, instituciones, comportamientos y realidades totalmente materiales.

 Gracias a esa materialización de las manifestaciones, ahora conocemos que la fe se manifestó de varias maneras frente a esos acontecimientos naturales. Aparentemente en toda sociedad, al conocimiento científico  siempre se la ha contrapuesto el intuitivo. Es decir que, cuando ocurre un acontecimiento imprevisto y dramático, sea por su fuerza o por su duración, la gente reacciona de acuerdo a su bagaje cultural.

Las actitudes y respuestas de la sociedad mexicana y de sus autoridades cambiaron  con el curso de los años. Por ejemplo, durante los primeros siglos coloniales las posturas y actitudes de la Iglesia, que veía la ocurrencia de los sismos como un castigo celestial, expedito y merecidísimo por los pecados de los hombres, se manifestaban en procesiones y actos religiosos para aplacar la cólera divina. 6

Las explicaciones religiosas y expresiones de tipo piadoso, la necesidad social, cultural de acudir a la ayuda divina ha estado presente, en momentos que ha ocurrido algo que está fuera de nuestro control, como ha sido el caso de fenómenos naturales.

Durante la época colonial, cada momento de la vida de la sociedad de la ciudad estaba regido por prácticas religiosas.

Por ejemplo el patrocinio fue muy común, era la forma de manifestar que un cabildo, un colegio o una comunidad religiosa se ponían bajo la protección de la Virgen María en algunas de sus advocaciones o de algún santo, para alcanzar también por su valimiento ante Dios el remedio de una gran necesidad, posiblemente esto data de la Edad Media.

La designación de San José como patrono contra temblores, en la ciudad de México, se explica por ese deseo de contar con la ayuda de un personaje sagrado. Desde el arribo de los franciscanos a la ciudad de México, en el momento de la Conquista, los españoles trajeron su imagen y lo designaron protector del primer colegio de indios, en la capilla de San José de los Naturales, anexa al convento de San Francisco, fundada por Fray pedro de Gante, según el testimonio de fray Gerónimo de Mendieta (7).

Desde el establecimiento español en la ciudad de México se impulsó dicho culto, gracias a la actividad misionera de los franciscanos y casi podría afirmarse que la devoción a San José se extensión en la nueva España, más de lo que por aquel entonces se había extendido en Europa.

Los doce primeros franciscanos lo tomaron por patrono especial para la conversión de los indios.

Además, según José Rubén Sanabria, la segunda cilla de San José, edificada en la capital novohispana, coincidió con que se sintiera un movimiento de tierra; probablemente fue en 1574, pues según el Códice Aubin “Aquí se dedicó San José, fue cuando hubo un temblor de tierra y cuando se instaló un canal de Apepetzpan! (8)

Dicho patronato de San José, como protector del territorio novohispano se acordó institucionalmente durante las sesiones del Primer Concilio Provincial Mexicano realizado el 29 de junio de 1555, el cual decretó en el capítulo 18 lo siguiente:

 

Siendo en verdad extraordinaria la devoción con que se honra, obsequia y reverencia en esta Provincia al castísimo Patriarca Señor San José, esposo de María castísima, por cuyos méritos e intercesión puede creerse piadosamente que la Nueva España ha sido favorecida de Dios con particulares beneficios, lo proclamó el concilio Provincial celebrado en el año del Señor mil quinientos cincuenta y cinco como patrono general de este Arzobispado y Provincia y mandó que se guardara el día en que se solemniza su festividad. Por tanto, este Concilio, renovando y confirmando aquella proclamación, decrete que se celebre con octava semejante festividad en esta Provincia. Pero si la octava cayere en Semana Santa, se celebrase hasta el miércoles inclusive de la misma semana. (9)

 

Por lo que se decidió que se guardara y celebrara su fiesta el 19 de marzo de cada año, antes que, por disposición del Papa Gregorio XV fuera aceptada dicha festividad por la Iglesia Universal. El Tercer Concilio Mexicano en 1585, confirmó el patronado de San José y la celebración de su fiesta, con la siguiente ratificación:

Y porque de parte de toda la república, así eclesiástica como seglar, con gran instancia nos fue suplicado mandásemos guardar y celebrar la fiesta del glorioso San José, esposo de Nuestra Señora y le recibiésemos por abogado y patrón de esta nueva iglesia, especialmente para que sea abogado, é intercesor contra las tempestades, truenos, rayos y piedra, con que esta tierra es molestada y considerando los méritos y, prerrogativas de este glorioso santo y la grande devoción que el pueblo le tiene, y la veneración con que de los indios y españoles ha sido y es venerado S.A.C. (sacro aprobante concilio) recibimos al dicho glorioso San José por patón general de esta nueva iglesia, y estatuimos y ordenamos que, en todo nuestro arzobispado y provincia se celebre su fiesta, de doble mayor, o primera dignidad, y se guarde de la manera que las otras fiestas solemnes de la iglesia se manden guardar y celebrar, la cual se celebrar y guardar diez y nueve días del mes de marzo, conforme a la constitución romana. 10 

 Este patronato fue muy importante, pues a lo largo de la vida colonial, San José fue una presencia constante en la vida piadosa de los habitantes de la ciudad de México.

 

La elección de San José tuvo varias causas, pues el rey español Carlos II le tenía especial devoción. Por eso, mandó declararlo patrono de todos los dominios españoles, incluyendo lógicamente a los territorios americanos, esta decisión fue apoyada por el Papa Inocencio XI, por medio del Breve titulado Eximia Pietas, firmado el 19 de abril de 1679.

 

El 7 de septiembre de 1611 el prior del convento de San Agustín de la ciudad solicitó que cuando se reuniera el Cabildo se revisara su solicitud para que se declarara patrón y abogado de los temblores a San Nicolás Tolentino, por la devoción que le tenían11. Sin embargo, no se realizó, solamente se tomó nota de ello.

 

En otras regiones de la nueva España, en el año de 1616, como caían muchos rayos en toda la zona de Puebla, los pobladores acudieron a la protección de San José al nombrarlo patrono contra los rayos y tempestades; para ello, realizaron una procesión de cofradías, gremios, órdenes religiosas, clero secular, cabildo eclesiástico y el obispo poblano.12

Años después, en 1652, lo declararon patrono contra temblores y rayos en la provincia de Michoacán.

La primera vez que se relacionó a San José con los temblores sentidos en la ciudad de México fue cuando ocurrió un movimiento fuerte de tierra el 19 de marzo de 1682, fecha en que según el santoral respectivo , se le festejaba.

Las noticias relatadas por Antonio de Robles decían lo siguiente: “.... tembló la tierra horriblemente duró como seis credos, fue a las tres de la tarde; estos son los famosos temblores de San José que causaron mucho daño en Oaxaca, por lo que lo pusieron por patrono de ellos”. 13 

 

Estas razones, como la coincidencia de la ocurrencia de los movimientos de tierra en el santoral respectivo y la imagen positiva dentro de la iconografía sagrada de la divina familia, motivaron a que la sociedad mexicana acudiera a su protección contra los siniestros que se presentaron frecuentemente, motivando la zozobra y el medio entre los pobladores.

 

Por otro lado, tenemos la explicación racional.

Si bien, no había en ese entonces tecnología que midiera la intensidad de tales fenómenos, 

...  tanto el fechamiento como la medición constituyen uno de los vectores de la historia social y cultural que, junto con la descripción del fenómeno como tal, son una reflejo de una determinada época, de una cierta sociedad. De esta manera, el modo de fechar, medir y describir los sismos se relaciona, por no decir que depende directamente, del momento histórico, de las concepciones de la sociedad en cuestión, de su cosmovisión, del avance del conocimiento científico tanto general como particular del fenómeno específico. 14

 Los sismos en occidente fueron estudiados desde los filósofos griegos intentando dar explicaciones lo más objetivas posibles. La explicación de las causas de los temblores se inició en las zonas afectadas por ese tipo de movimientos, por ejemplo en Grecia 

 

 Aristóteles, aprovechó los postulados de Demócrito, Anaxímenes y Anaximandro para proponer una teoría acerca de los terremotos que se encuentra en el segundo libro de los Meteorológicos15

 

Aristóteles planteaba que la causa fundamental de los temblores era la salida súbita de aire atrapado en el interior de la tierra, debido al calor del son, por eso temblaba, ello explicaba su origen, los fenómenos que lo acompañaban, los diferentes lugares donde se realizaban y las diferentes estaciones y momentos del día en que se sucedían.

 

Según Aristóteles, la mayoría de los temblores tienen lugar en regiones en las que la corteza terrestre es porosa y abundante en cavidades. Son causados porque la evaporación exterior penetra en la fierra formando un neuma.16

 

Concibe a la tierra, esférica, convexa y porosa, seca, pero cuando llueve retiene mucha humedad, que al ser calentada por el sol y por el fuego interior genera viento, que fluye continuamente, tanto hacia fuera, como a veces hacia dentro.

 

Como resultado de la fuerza del calor del sol, cuando en el exterior hay mucho calor la exhalación interna es encerrada en el interior de la tierra, es decir, al medio día; en cambio, por la falta del calor del sol en la noche, se realiza el reflujo.

 

Como la propuesta aristotélica conformaba una estructura ordenada y sistemática del saber, según Horacio Capel (17) desde el XIII se difundió, fue adoptado en las universidades y su pensamiento se convirtió en la base de la formación científica en todos los campos del saber.

 A fines del siglo XVI, el médico Juan de Cárdenas retomó las ideas aristotélicas para tratar de explicar las causas de los temblores ocurridos en la ciudad.

Argumentó lo siguiente:

 

… que como el indiano abismo es cavernoso y la pare superficial es muy densa y apretada, sucede que los vapores que con la fuerza del sol se revuelven de la humedad del centro, muchas veces no pueden salir afuera, por cuanto con mucha facilidad se cierran y aprietan los poros de la tierra, por donde habían de salir y a esta causa, buscando salida y respiradero hacen muchas veces temblar y estremecer la tierra y esto se responde al problema. (18)

 

Esta idea, la idea de creer que los vientos y las sustancias en el interior de la tierra provocaban los temblores, se mantuvo desde la propuesta aristotélica hasta  el siglo XVIII.

 

Estas son las dos visiones que durante el Siglo de oro se tenían sobre los temblores.            

 

 

1 Mónica del Valle Béjar, Razón y Fe. Los terremotos en la ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XVIII, Tesis que para optar por el grado de Maestro en historia de México, México, Facultad de Filosofía y letras, 2003, hoja 1.
2 Experiencias derivadas de los sismos de septiembre de 1985, México, Fundación ICA, Noriega Editores, Editorial Limusa, 1988, p. 13
3 Elías Trabulse, Ciencia y religión  en el siglo XVII, México, Colegio de México, (1974)( Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 18), p. 90
4 Horacio Capel, La física sagrada. Creencias religiosas y teorías científicas en los orígenes de la geomorfología española. Siglos XVI – XVIII, España, Ediciones del Serbal, (1985) p. 9
5 Carlos Antonio Aguirre, Antimanual del mal historiador o cómo hacer una buena historia crítica, México, Ediciones La Vasija (2002) p. 54.
6 Virginia García Acosta y Gerardo Suárez, los sismos en la historia de México, México, UNAM. Centro de Investigaciones Superiores en Antropología Social, Fondo de Cultura Económica (1996) (Ediciones científicas universitarias. Serie Texto Universitario) p. 12.                                                          
7 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica indiana, México, Antigua Librería, 1870, páginas 704-705, 8 Códice Aubin, p. 92.
9 Francisco Lorenzana, Concilios Provinciales primero y segundo, t.I, p. 67 y Juan Tejada, Colección de cánones de todos los concilios de la Iglesia de América, Madrid, Imprenta de Pedro Montero, v. 134 y Concilio Provincial Mexicano, publicación de M. Galván, México, E. Meillerfert, p. 138.
10 Joaquín Antonio Peñaloza, La práctica religiosa en México. Siglo XVI, p. 213 (documentos del Centro de estudios josefinos de México).                                                          
 11 Archivo Histórico  del Ayuntamiento de la Ciudad de México, Actas de Cabildo, vol. 648, foja 159.
12 Pedro López de Villaseñor, Cartilla vieja de la nobilísima ciudad de Puebla, México, 1961, p. 231.
13 Antonio de Robles, “Diario de sucesos notables (1665-1703)” en Documentos pata la historia de México,   México, Imprenta de Juan R. Navarro, 1854, volumen II, p. 34.
14 Virginia García Acosta, Los sismos en la historia de México. II. El análisis social, México, UNAM. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Fondo de Cultura Económica, 2001, p.23. 
15 “Evolución histórica de las teorías sobre el origen y mecanismo de los terremotos” en A. Udías y otros (editores) Mecanismo de los terremotos y tectónicas, Cátedra de Geofísica, Madrid, Universidad Complutense, Facultad de Ciencias Físicas, 1985, p. 25.
16 Ingemar During, Aristóteles. Exposición e interpretación de su pensamiento, trad. Bernabé Navarro, México, UNAM. Instituto de Investigaciones Filosóficas, 1987, p. 614.
17 Horacio Capel,  op.cit, p. 19                                              
18 Juan de Cárdenas. Problemas y secretos de las Indias (1591) p. 136.           
 

 

Bibliografía

Aguirre, Carlos Antonio,  Antimanual del mal historiador o cómo hacer una buena historia crítica, México, Ediciones La Vasija (2002)

Capel, Horacio,  La física sagrada. Creencias religiosas y teorías científicas en los orígenes de la geomorfología española. Siglos XVI – XVIII, España, Ediciones del Serbal, (1985) p. 9

Cárdenas, Juan de, Problemas y secretos de las Indias (1591) Facsímil fotocopiado en la Biblioteca del Colegio de México.

Códice Aubin.

Del Valle Béjar, Mónica, Razón y Fe. Los terremotos en la ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XVIII, Tesis que para optar por el grado de Maestro en historia de México, México, Facultad de Filosofía y letras, 2003.

During, Ingemar,  Aristóteles. Exposición e interpretación de su pensamiento, trad. Bernabé Navarro, México, UNAM. Instituto de Investigaciones Filosóficas, 1987.

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Archivo Histórico  del Ayuntamiento de la Ciudad de México, Actas de Cabildo, vol. 648, foja 159

 

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