Mensaje del Dr. Arévalo al Pueblo de Guatemala (con motivo de la revolución del 20 de octubre de 1944)

 

Dirigida Desde los Micrófonos de La Voz de Guatemala

 

Por medio dalos micrófonos de La Voz de Guatemala, se dio a conocer anoche al pueblo guatemalteco, el seguido mensaje dirigido por el doctor Juan José Arévalo, candidato a la presidencia de la república por los partidos PPL y RN. La lectura estuvo a cargo del bachiller José Manuel Fortuny. Helo aquí:

 

Hombres, y mujeres de Guatemala:

 

La nueva Guatemala que todos soñábamos ha empezado. El corazón templado de nuestra juventud militar ha precipitado los acontecimientos. Los civiles habíamos cumplido nuestra etapa al crear en el país, con nuestra prédica periodística y oratoria, el clima revolucionario El 16 de octubre los partidos independientes acordaron el «pacto político», denunciando así ante la conciencia nacional la imposibilidad de seguir adelante en una comedia electoral. Fue un gesto revolucionario, pero lírico. el 18 de octubre los estudiantes universitarios y los maestros se lanzaban a la huelga, acudiendo a la inacción para combatir al gobierno prepotente.

 

El 20 a la madrugada, la juventud militar de Guatemala, dolorida como los civiles por los ultrajes inferidos a la república, asestó el golpe definitivo a los Césares del fraude y la violencia.

 

El pueblo de la Ciudad capital se sumó inmediatamente al movimiento, pues tenía a su disposición las armas que hasta entonces le habían faltado. El pueblo civil no podía solos a nuestros militares, que coincidían con nosotros en una misma angustia  cívica, en una misma desesperación política.

 

No faltaron las exaltaciones populares al invadir casas deshabitadas y destrozar muebles. Todo esto es lamentable, pero inevitable. Podemos, sin embargo, enorgullecernos de que no se ha cometido un solo ultraje en las personas de los actores y cómplices de la tiranía. El desahogo de la ira popular, ha tenido como única finalidad destrozar bienes materiales adquiridos fuera de la ley y qué en realidad de verdad le pertenecen al pueblo.

 

Afortunadamente, hasta ese desahogo ha terminado ya. Los espíritus están ahora gozando en el reposo de un gobierno juvenil, integrado por dos militares y un civil de un patriotismo a toda prueba. Es un gobierno revolucionario, llamado por eso a colocar las cosas en su sitio a devolver al pueblo lo suyo, a instaurar la democracia que no hemos tenido nunca, a limpiar, la república de toda maleza que la ha asfixiado hasta hace pocos días. Es un gobierno revolucionario, llamado a reajustar el organismo político y a restaurar la fe que los guatemaltecos habíamos perdido.

 

Lo que ha ocurrido en Guatemala no es un golpe de Estado: es algo más profundo y algo más benéfico: es una revolución. No se trata simplemente, de echar unos hombres para substituirlos por otros. Se trata de transformar las bases sobre que descansaba el corrompido orden político del ubiquismo. Es una revolución que irá a las raíces del sistema político y no se quedará en la superficie de los escritorios. En una palabra: es una revolución llamada a lavar, a purificar nuestro sistema de vida pública, para tranquilidad de todos y para honor de Guatemala.

 

Nuestro primer deber ante una tarea tan grande es el aplauso. Los partidos políticos independientes -los que nos enfrentamos sin posturas ambiguas ante el gobierno de Ponce—  ya le dimos a la revolución ese aplauso. Es el aplauso de la admiración y de la gratitud. Ellos han hecho lo que los partidos políticos solos no hubiéramos logrado nunca. Por gratitud al beneficio y por admiración ante el heroísmo, los hemos aplaudido.

 

Pero además estamos dispuestos a apoyarlos en todo lo que un partido político puede constituir apoyo. Es decir: ofrecemos al nuevo gobierno el concurso de nuestros hombres para consolidar la revolución y le ofrecemos nuestra fe en que devolverán al pueblo las garantías que se le estafaron siempre. Los primeros manifiestos de la revolución nos han confirmado en esta posición de fe. Tenemos fe en que todo lo que hagan será para honor de Guatemala y para felicidad del pueblo más sufrido de la tierra.

 

La única vez que he hablado con los integrantes de la Junta revolucionaria me han dicho: diga usted a nuestro pueblo qué daremos elecciones libres, rigurosamente libres, como nunca las ha habido en Guatemala; pero pídales en nuestro nombre dos cosas: serenidad invariable y orden constante.

 

En efecto: la hora de las exaltaciones ha terminado. La revolución entra en su período constructivo, y tenemos que contribuir a consolidarla. Los problemas que se presentan ante el despacho de los hombres de la junta, son numerosos y muy graves. Tengamos la sensatez de no exigir que todo lo resuelvan en tres días. Todo llegará a su hora. En estos días antes se atienden las cuestiones básicas. Dejémoslos en paz para que estas cuestiones básicas sean bien resueltas. Y, sobre todo, no oigamos la palabra interesada de los caídos, que pretenden crear una atmósfera de intranquilidad y de escepticismo ante el nuevo gobierno.

 

La Junta revolucionaria está perfectamente consolidada porque a las armas del ejército, ahora en su poder, se suma como una alianza indisoluble la simpatía popular, la fe popular, la resolución popular de acompañarla y de fortalecerla.

 

El arevalismo es, desde julio, un elemento genuinamente popular. Ha constituido un fermento cívico en la república, que por dignidad política eligió el camino de la oposición a la dictadura. Naturalmente, esta fuerza política de oposición al régimen caído tiene que aplaudir y poner toda su fe en el nuevo gobierno. Somos elementos constructivos y no disociadores, y sólo adoptamos posturas defensivas o revolucionarias cuando nos ha tocado enfrentarnos con hombres sin escrúpulos.

 

En síntesis: el deber de todos los guatemaltecos en este momento es colaborar con el nuevo gobierno para mantener el orden en toda la república, e invito a mis, amigos de los departamentos a, que se pongan en contacto con las nuevas autoridades departamentales que designe la Junta revolucionaria. Toda colaboración que se les preste constituirá una contribución a la implantación de la democracia en Guatemala, tantas veces soñada y exigida por nosotros.

 

JUAN JOSE AREVALO

Publicado en Transcripción