Este discurso fue escrito por Manuel Fortuny (secretario del Presidente y encargado de elaborar sus discursos), y leído por el presidente Arbenz el 27 de junio de 1954, al ser prácticamente derrocado por un golpe de Estado encabezado por el Coronel Carlos Castillo Armas, y con el apoyo militar y financiero de EE.UU.
Todos sabemos cómo han bombardeo y ametrallado ciudades, inmolado a mujeres, niños, ancianos y elementos civiles indefensos.
Todos conocemos la saña con la que han asesinado a los representantes de los trabajadores y de los campesinos en las poblaciones que han ocupado, especialmente en Bananera, donde hicieron una expedición punitiva contra los representantes de los trabajadores. Lo de Bananera fue un acto de de venganza de la frutera.
Nos hemos indignado ante los ataques cobardes de los aviadores mercenarios norteamericanos, que, sabiendo que Guatemala no cuenta con una fuerza aérea adecuada para rechazarlos, han tratado de sembrar el pánico en todo el país, han ametrallado y bombardeado a las Fuerzas Armadas que combaten en el oriente de la república, impidiendo sus operaciones, y hoy mismo han bombardeado y hundido a un barco mercante inglés que encargaba algodón en el puerto de San José.
¿En nombre de que hacen estas barbaridades? ¿Cuál es su bandera? Todos la conocemos también.
Han tomado pretexto al comunismo. La verdad es muy otra. La verdad hay que buscar en los intereses financieros de la compañía frutera y en los de los otros los monopolios norteamericanos que han invertido grandes capitales en América latina, temiendo que el ejemplo de Guatemala se propague a los hermanos países latinoamericanos.
El tiempo se encargado de demostrar que lo que ahora digo es verdad.
Sin embargo, ellos se aferran a sostener que comunismo internacional es el causante de lo que ocurre en Guatemala, y en nombre de ello es que tratan de ensangrentar aún más al país y de destruir nuestra economía.
Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aún cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y cómo es esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación:
Después de meditarlo con una clara conciencia revolucionario, he tomado una decisión de enorme trascendencia para nuestra patria, en la esperanza de detener la agresión y devolverle la paz a Guatemala.
He determinado abandonar el poder y poner el mando del ejecutivo de la nación en manos de mi amigo el coronel Carlos Enrique Díaz, jefe de las Fuerzas Armadas de la república.
Yo he depositado mi confianza en el coronel Díaz, porque estoy seguro que él sabrá garantizar la democracia en Guatemala y de que todas las conquistas sociales de nuestro pueblo serán mantenidas. Es por ello que creo que las organizaciones políticas democráticas y todas las organizaciones populares deben prestarle su respaldo y apoyo. Así os lo pido en mi último acto como gobernante de Guatemala.
Yo fui electo popular y mayoritariamente por el pueblo de Guatemala, pero he tenido que luchan en condiciones sumamente difíciles. La verdad es que la soberanía de un pueblo no se mantiene si no tienen los elementos materiales para defenderla.
Luchamos hasta donde las condiciones lo permitieran, hasta un punto en que ir más allá, se perdería todo lo que hemos ganado desde 1944 ; al tomar esta actitud no pienso más que en el pueblo, y por ello he creído de mi deber contribuirá hasta el último instante a salvar mucho lo que conquistamos en los pasados años revolucionarios.
La situación militar del país no es difícil, ni mucho menos. El enemigo que comanda las bandas mercenarias extranjeras reclutadas por Castillo Armas, no sólo es débil, sino que es incapaz y cobarde; lo hemos comprobado en los pocos combates que libramos. El enemigo logró avanzar y tomar el departamento Chiquimula exclusivamente por los ataques de la aviación mercenaria. Estimó que nuestros Fuerzas Armadas no encontrarán mayor dificultad en derrotarlo y arrojarlo del país.
Me hice cargo de la presidencia de la república con gran fe en el régimen democrático, en la libertad y en que es posible conquistar la independencia económica y política de Guatemala. Mi programa se orientaba a conseguir plenamente esos objetivos; sigo creyendo que ese programa es justo, no se ha quebrantado mi fe en las libertades democráticas, en la independencia de Guatemala y en todo lo bueno que impulsa a la humanidad hacia el futuro.
Algún día serán vencidas las fuerzas oscurantistas que hoy oprimen al mundo a trazado y colonial. Seguiré siendo, a pesar de todo, un combatiente de la libertad y del progreso de mi patria.
Os digo adiós, amigos míos, con amargo dolor, pero manteniendo firmé mis convicciones; guardad lo que tanto ha costado. Diez años de lucha, de lágrimas, de sacrificios y de conquistas democráticas, son muchos años, como para contradecir a la historia. No me han acorralado los argumentos del enemigo, sino los medios materiales con lo que cuenta para la destrucción de Guatemala.
Yo os hable siempre de que lucharíamos costase lo que costase, pero ese costo desde luego no incluía la destrucción de nuestro país y la entrega de nuestra riquezas al extranjero, y eso podría ocurrir si no eliminamos el pretexto que ha enarbolando nuestro poderoso enemigo. Un gobierno distinto mío, pero inspirado siempre la revolución de octubre, es preferible a 20 años de tiranía fascistas y sangrienta bajo el poder de las bandas que ha traído Castillo armas al país.
No me resta sino agradecer profundamente la colaboración que me han prestado tantos buenos servidores de la nación. Los ministros de estado y los funcionarios y empleados públicos, en particular los servicios de la guardia civil y del ejército.
Desde el fondo del corazón agradezco el respaldo y el apoyo del partido acción revolucionaria, del partido de la Revolución guatemalteca, del partido renovación nacional, del partido guatemalteco del trabajo, y de las organizaciones populares que como la confederación general de trabajadores y la confederación nacional campesina, han defendido con tanta decisión los anhelos del pueblo de Guatemala.
Quizá piensen muchos que estoy cometiendo un error. En lo profundo de conciencia no lo creo así. Solamente un juicio histórico posterior podrá determinarlo.
Deseo que se mantengan las conquistas populares de octubre, que se restablezca la paz una vez hayan sido expulsados del país los invasores y que tenga éxito la gestión del gobierno que organice el coronel Carlos Enrique Díaz.
Con la satisfacción de quien cree que ha cumplido con su deber, con la fe en el porvenir yo digo:
¡Viva la revolución de octubre!
¡Viva Guatemala!
Fuentes:
Transcripción de audio del Discurso pronunciado por Jacobo Arbenz, y transmitido por TGW la Voz de Guatemala, radio oficial de Guatemala. El original se conservó en la radio pero no se sabe exactamente en qué año desapareció.